domingo, 26 de febrero de 2012

Común.



Ella era hermosa, o eso le decían ( claro, ella no se lo creía). La sonrisa siempre se le tatuaba con delicioso ímpetu en los labios rojos; sus mejillas siempre adornadas por los involuntarios sonrojos. El cuerpo de niña (en el cual se ocultaba una niña mucho más pequeña) se mecía con involuntaria naturalidad cuando caminaba (no le gustaba correr). No sobresalía en nada, no sobrepasaba a nadie grande; no solía enfrentarse a gigantes. Prefería burlarse de ellos, la verdad. Su cabello era real, le gustaba ( en especial esos reflejos rubios al sol). Y sus ojos españoles brillaban como cualquier otros, enmarcados en sus largas y preciosas pestañas oscuras ( inusuales, como ella misma).
Tan común y tan extraña. Escondía cuentos de cristal bajo su camisa, y le gustaba romperlos cuando el final la hacía llorar. E inventaba otros para seguir escapando de la realidad tan monótona que la acunaba con burla. La mayoría, la gente «normal», dice que está «loca» ( Sí, loca. ¿Loca? Maldición, sí, loca), pero a ella no le importa. O no lo sabe. Claro, un loco no sabe que está loco, ¿verdad?

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